Temporada 2: Da rienda suelta a la productividad

Madeleine Dore Escritora, entrevistadora y presentadora de podcasts

Desentrañando la maraña de la culpa relacionada con la productividad

En este artículo encontrarás una reflexión sobre cómo a menudo nos sentimos culpables por no cumplir expectativas de productividad y cómo eso puede afectarnos.

  • En él se propone que en lugar de luchar contra esa culpa, debemos practicar la amabilidad hacia nosotros mismos.
  • La clave es trabajar con lo que tenemos y dejar atrás los errores y preocupaciones del pasado para empezar cada día con serenidad y optimismo.

¿Alguna vez has pensado cuánto tiempo pasamos con sentimiento de culpa por no hacer lo suficiente o deseando que las cosas hubieran transcurrido de otra manera?

Estamos rodeados de promesas que nos hacen creer que si aplicáramos ciertos trucos de productividad, podríamos sentirnos diferentes o ser diferentes. Sin embargo, cuando inevitablemente nos desviamos del camino, volvemos a tener ese sentimiento de culpa, ansiedad o vergüenza.

Tras años de pasar por lo mismo, creo que, en lugar de esperar que nuestros días se desarrollen sin contratiempos, quizá deberíamos acabar con ese sentimiento que nos sobreviene cuando no es así.

La espiral de la culpa relacionada con la productividad

Hay muchos momentos en los que podemos experimentar sentimientos de culpa relacionados con la productividad: cuando nos vemos sometidos a unas exigencias desmesuradas, cuando nos cuesta descansar, cuando nos sentimos sobrepasados o cuando nos comparamos con los demás y sentimos que no estamos haciendo lo suficiente o que no estamos a la altura.

Cuando experimentamos esta sensación, es conveniente pasar de la autocrítica a la reflexión.

En lugar de lamentarnos por no haber acabado nuestra lista de tareas o de fustigarnos por no hacer lo suficiente, debemos reflexionar y ver que quizá el problema sea que esa lista es demasiado larga o que necesitamos ampliar nuestra definición de la productividad y tener en cuenta los altibajos inevitables de nuestra energía, interés, tiempo y atención.

El antídoto es la amabilidad

En mi opinión, abordar la culpa, la ansiedad y la vergüenza nos permite centrarnos en lo verdaderamente importante de un modo sostenible.

Por supuesto, gran parte de esa ansiedad y esa culpa vienen de complejos problemas sistémicos que hacen que las personas acaben trabajando más tiempo o teniendo que compaginar varios trabajos. Pero algo que todos podemos hacer es ser amables. A veces nos preocupa que, si somos amables, podríamos volvernos complacientes, pero este es un temor infundado.

Cuando nos mostramos amables con nosotros mismos o con los demás, experimentamos y probamos cosas nuevas, no tememos al fracaso y hacemos cosas importantes para nosotros porque encontramos la forma de evitar el miedo y de ser flexibles y aceptar la realidad, y esa falta de presión nos permite ser más productivos.

La aceptación precede a la acción

La amabilidad puede abrirnos la puerta a la aceptación, la cual nos permite tomar medidas. Eso se debe a que, una vez que aceptamos nuestras limitaciones, podemos adaptarnos a ellas.

Podemos aceptar que estamos viviendo este momento concreto ahora mismo. Podemos aceptar que las cosas llevan el tiempo que llevan. Podemos aceptar que todo puede esperar. Podemos aceptar que nuestras prioridades cambian. Podemos aceptar que puede que nunca lleguemos a tener despejada nuestra bandeja de entrada. Podemos aceptar que no podemos serlo todo ni estar en todas partes al mismo tiempo.

En resumen, podemos ser conscientes de lo que hace que entremos en esa espiral, encontrar la forma de salir de ella con amabilidad y aceptación y trabajar con lo que tenemos ahora mismo en lugar de arrastrar la culpa al futuro.

Como dijo Ralph Waldo Emerson, «acaba cada día y dalo por terminado. Has hecho lo que podías. Sin duda habrá habido errores y absurdos; olvídalos lo antes posible. Mañana será un nuevo día; empiézalo bien, con serenidad y con tanto ánimo que no lo empañen las nimiedades de ayer».