Diez síntomas de un trabajador desmotivado
Esta semana veíamos en una entrada un video protagonizado por Emilio Duró en el que planteaba que la motivación es una de las claves para lograr el éxito empresarial en cualquier dimensión.
Pequeñas y grandes empresas, necesitan personas motivadas y con los objetivos bien claros para poder alcanzar los retos que plantea el negocio constantemente. Pero si nos paramos y somos realistas, en las pymes (y también en las grandes corporaciones), la carga de trabajo del día a día acostumbra a comerse el tiempo de casi todo el mundo y apenas se dedica tiempo a evaluar con criterio y coherencia el desempeño de las personas.
En algunos casos, desde los departamentos de RRHH y avalados por la Dirección General, se ponen en marcha «novedosos» sistemas de medición del rendimiento global de cada persona, pero cuyos resultados son estériles y no valen para prevenir que las personas caigan en una especia de deriva profesional.
Su formación y su experiencia acumulada se diluyen y no sirven como base para ejecutar de manera eficiente su trabajo. Se pierde eficiencia y, tarde o temprano, si se cuenta con alguien desmotivado en la plantilla, pueden surgir algunos problemas. Para evitar esto, no queda más remedio que estar en permanente alerta y tratar de detectar a tiempo la sintomática que refleja un estado de desmotivación en cualquier miembro del equipo.
Aquí van algunos de los que yo considero síntomas más destacados de desmotivación de un empleado:
- Desconocimiento de los objetivos reales de la empresa a todos los niveles (generales, departamentales,…).
- Ejecución de tareas con un nivel de resultado inferior al que podría ser esperado, aunque no del todo malo y suficiente para salir del paso y no ser detectado.
- Limitación voluntaria de la capacidad de reacción e investigación a la hora de buscar soluciones ante problemas que puedan surgir en el trabajo diario. No se va más allá de lo estrictamente necesario y no se arriesga para no cometer errores. «Yo ahí no toco que no es lo mio»…
- Tendencia a evitar liderar proyectos o trabajos en grupo.
- Búsqueda activa de empleo en otras organizaciones, incluso en sectores diferentes.
- Laxitud con los horarios de entrada y salida, aunque cumpla de sobra las horas requeridas.
- Tendencia a la frustración, aunque participe en diferentes proyectos en distintos ámbitos y con diferentes equipos.
- «Transpiración» de negatividad al conjunto de la organización.
- Protagonista habitual de comentarios y chascarrillos entre sus homólogos, justificados y también injustificados, convirtiéndose en un «factor común».
- Reflejo en su organismo de la situación vivida: la cara es el espejo del alma.
Conclusiones
Cualquiera que lidere un equipo debería reflexionar acerca de las verdaderas causas que llevan a una persona o a varias llegar a esta situación, tratando de identificar si se dan estos síntomas entre sus discípulos. Métodos del siglo XIX aplicados en el siglo XXI, líderes que no lo son, estructuras organizativas obsoletas, excesiva burocracia,… son sólo algunos ejemplos de ellas. Es importante detectar estas situaciones antes de que sea tarde, antes de que se cruce el punto de no retorno, ya que puede provocar problemas de diversa índole y puede afectar a cualquiera, de los mejores o de los peores, aguas arriba o abajo en el organigrama.
Y tú ¿Te has sentido alguna vez desmotivado con tu trabajo? ¿Qué has hecho para superarlo?