Felicidad y éxito
Felicidad y éxito. Estas son las dos palabras que la mayoría de personas solemos pensar o decir cuando nos preguntamos qué queremos conseguir en la vida, cuáles son nuestros objetivos, nuestros deseos… Anhelos que reflejan fielmente una de las máximas de Al Ries (reconocido gurú a nivel internacional y autor del libro «The Origin of Brands») «en la vida tan solo hay dos cosas por las que vale la pena luchar: éxito y felicidad».
En referencia a la pregunta sobre cuáles son nuestros objetivos en la vida acostumbramos a responder, en primer lugar, el deseo de ser feliz. La felicidad es y ha sido la principal preocupación y el principal objetivo de hombres y mujeres de cualquier raza, lugar o religión.
Seguramente todos conocemos a alguien que podemos etiquetar como «feliz», es decir, alguien que disfruta con lo que hace, que suele estar de buen humor, en definitiva, alguien que está contento y satisfecho con su vida. Para ser feliz resulta imprescindible que la persona sea capaz de crear una actitud positiva en su propia mente, es decir, tener una buena sensación, estar a gusto con uno mismo, tener unos buenos niveles de autoestima.
Existe un dicho que reza «la felicidad no es más que hacer aquello que se quiere hacer y querer hacer aquello que se hace». No obstante, a mi entender, muchas de las personas que consideramos «felices» no suelen tener éxito, no se ganan la vida especialmente bien, no disfrutan de una holgada situación económica, ni gozan de un gran prestigio o reconocimiento personal.
En segundo lugar, después de la felicidad, al ser humano le preocupa (o por lo menos eso indican la mayoría de estudios) el éxito. A casi todas las personas nos encanta obtener grandes resultados, ya sea a nivel personal, en los estudios, en el deporte, en el amor… Está demostrado científicamente que el éxito es una de las sensaciones más hedónicas, que más placer proporciona al ser humano.
Seguramente, todos conocemos a personas a las que consideramos exitosas en un ámbito determinado, personas que destacan de forma clara y notable en una disciplina o temática concreta. Me atrevo a afirmar que muchas de estas personas no son demasiado felices. Seguramente todos conocemos personas realmente brillantes y exitosas que no han podido trasladar dicha brillantez y éxito a otros niveles de su vida, conduciéndolos incluso hacia serios problemas (familiares, depresiones…) que han obstaculizado su plena felicidad.
Para tener éxito, no basta con ser el mejor en una disciplina, sino que resulta imprescindible que la persona en cuestión sea capaz de crear una actitud positiva en la mente de los demás. Como diría el mismo Al Ries «uno mismo no puede hacerse exitoso, lo deben hacer exitoso las demás personas».
Pero, no nos engañemos, lo difícil es conocer personas que puedan ser felices y que simultáneamente tengan éxito. Analizando este tipo de personas, las pocas que son capaces de compaginar éxito y felicidad, me he dado cuenta que casi todas tienen una marca personal muy potente y trabajada a consciencia durante mucho tiempo. Estamos ante personas felices porque se conocen muy bien a sí mismas, porque se dedican a aquello que realmente les gusta y porque realizan aquellas tareas en las que son realmente competentes y les permiten aportar más valor a la sociedad.
Del mismo modo, suelen tener éxito porque son personas que trabajan su estrategia personal y saben comunicar claramente su propuesta de valor, es decir, personas que saben cómo diferenciarse de sus competidores para conseguir que les compren en lugar de irse a vender, para conseguir ser encontrados en lugar de ir a buscar. Debemos esforzarnos en crear una marca personal potente, distintiva y que nos permita conseguir aquello que realmente todos anhelamos: tener éxito y, sobre todo, ser muy felices.