Personas y Liderazgo

Tres ascensos que pueden acabar con un buen trabajador

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En ocasiones se utilizan los ascensos como una herramienta de reconocimiento laboral, pero esto puede ser una decisión equivocada si no existe una buena planificación y si no se analizan los perfiles de los empleados. Un ascenso puede acabar con un buen empleado, pero además puede acabar con un buen equipo.

Estudiándolo en términos generales, existen algunas circunstancias concretas que pueden hacer que un ascenso sea un fracaso para la empresa y para el empleado. El primer paso es ser conscientes de que no todos los empleados están preparados para adquirir responsabilidades directivas y que algunos ni siquiera lo desean.

Ascendido por antigüedad/rendimiento

La experiencia es un grado, pero durante la vida laboral de un empleado en la empresa puede que no se adquieran los conocimientos necesarios para gestionar un equipo o adquirir responsabilidades diferentes. Un buen vendedor puede ser un mal jefe de ventas, y las razones no son complicadas de entender si estudiamos la diferencia entre ambos puestos.

Un trabajador que lleva muchos años puede haber adquirido una rutina y una forma de trabajar que le genera una gran seguridad en su desempeño. Un ascenso puede acabar con esto y hacer que el empleado esté totalmente desubicado, sobretodo cuando no existe voluntad de adquirir nuevas responsabilidades y/o no se tiene la capacidad de ejecutarlas.

El empleado podría verse obligado a ascender para no decirle que «no» a la empresa, por lo que no debemos confiar todas las cartas a la simple aceptación del puesto por parte del trabajador.

En profesiones especialmente individualistas o competitivas, los empleados puede que no hayan obtenido una buena cultura de equipo y una visión global del negocio, por lo que si no se realiza una buena formación en plazos adecuados, el nuevo jefe se podría encontrar perdido, bajando la productividad general y perdiendo su autoestima.

En definitiva, la antigüedad y el rendimiento pueden ser buenos factores para establecer un ascenso, pero hay otros condicionantes a analizar tan importantes o más, y ciertas carencias a cubrir. Es primordial analizar las competencias del aspirante y si es posible, generar un plan de carrera para que el ascenso esté planificado.

Ascendido por urgencias

La baja repentina de un jefe puede obligarnos a cubrir su puesto de forma temporal o definitiva en tiempo récord. Lo adecuado sería estar formando a varias personas para que tengan ciertas capacidades básicas para optar al puesto, de forma que la transición entre puestos sea más sencilla.

Además, la formación continua le da valor al trabajador y hace que la empresa sea pueda adaptar mejor a los cambios. Si no actuamos correctamente, podremos terminar con un jefe circunstancial que haga un mal trabajo, o al menos uno mucho peor que si tuviera unas nociones mínimas.

Este mal trabajo le resta valor como profesional tanto dentro como fuera de la empresa (sobretodo en sectores muy cerrados), haciendo que cargue con unos errores cometidos por no estar preparado para asumir la función que le fue encomendada. Así, si asumió el puesto de liderazgo de forma temporal, puede ser juzgado por ello y considerado como no apto para futuros ascensos, aunque su nivel de preparación haya mejorado desde entonces.

Ascendido por enchufe

El enchufismo en la dirección no solo se produce para hacer un favor a un conocido o familiar (pocas empresas pueden actuar como una ONG), sino para ubicar en puestos de poder a personas de confianza, primando este factor sobre su preparación.

Esto puede desmotivar a los empleados que han estado optando por el puesto, haciéndoles pensar que el techo al que pueden aspirar está justo debajo del enchufado y que el nuevo jefe no es de confianza, ya que tiene lazos personales con la dirección general que le permitirá evitar que nadie sobresalga por encima suyo.

Aún así, los efectos negativos no solo los notan los demás, sino también el propio ascendido. Lo más probable es que no consiga la confianza de su equipo, que lo vean como un «topo», que la comunicación formal sea escasa y que tenga muchos problemas para mantener la motivación.

A esto hay que sumarle que será señalado como el enchufado, lo cual le restaría autoridad moral y respeto profesional, aunque puediera tener un buen nivel formativo. Por tanto, el enchufismo puede ser muy malo para un empleado y para una empresa. El ascenso debería responder a factores objetivos, ya que la confianza no es exclusiva de amigos y familiares, sino de profesionales comprometidos y responsables.