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Comparativa entre la pensión de un asalariado y un autónomo: ¿hay ganadores y perdedores?

Sage

La comparativa entre la pensión de un asalariado y un autónomo suscita cierta inquietud a la hora de decidir orientar el futuro profesional hacia una u otra opción. La pregunta es si sale ganando el asalariado o el autónomo.

La respuesta depende de diversos factores que hacen que la ventaja no esté siempre del mismo lado. Se trata de pensiones sujetas a condiciones diferentes, por lo que la comparativa entre la pensión de un asalariado y un autónomo depende de varios puntos.

¡Comparte! No hay un ganador claro en la posible comparativa entre la pensión de un asalariado y un autónomo

Antecedentes

En tiempos pasados, la comparativa entre la pensión de un asalariado y la de un autónomo era más favorable al autónomo de lo que lo es ahora. La razón es la reforma que entró en vigor en 2013 y que propició la ampliación del período de cómputo que se toma en consideración para el cálculo de la pensión.

Con esta medida, ya no es posible, sin un impacto en la pensión futura, cotizar por la base mínima y ajustar las cotizaciones al alza solamente en los últimos años, dentro de las posibilidades que le dé al autónomo su negocio. Ahora, para emplear esa estrategia, habría que elevar la base de cotización antes.

¿Quién costea la pensión del asalariado o del autónomo?

A priori, la respuesta parece sencilla: el autónomo tiene que costear su pensión tanto pública como, en su caso, privada; mientras que la pensión del asalariado es costeada a través de la aportación conjunta del trabajador y de la empresa tanto a la Seguridad Social en forma tanto de cotizaciones como a sistemas privados complementarios. Parece que, en este sentido, gana siempre el asalariado.

La realidad es un poco más compleja. Esa perspectiva es la puramente jurídica. Junto a esa, hay que valorar cómo las cotizaciones hacen variar aspectos como el salario que perciben los trabajadores, el nivel de empleo, los precios que pagan los consumidores o la retribución al capital de la empresa.

Por ejemplo, puede haber ámbitos en los que un autónomo pueda trasladar el incremento de costes procedente de las cotizaciones a los precios sin un gran impacto en la demanda, mientras en otros casos las cotizaciones pueden hacer que algunos negocios sean inviables.

En el caso de los asalariados sucede algo semejante. En ocasiones las cotizaciones sociales merman su salario o, si se quiere ver así, lo difieren en el tiempo en forma de prestaciones de la Seguridad Social. En otros casos, los asalariados no ven reducido su salario por la existencia de cotizaciones, sino que consiguen trasladar ese coste a la empresa o los consumidores.

El impacto de las cotizaciones para asalariados o autónomos depende de diversos factores, entre ellos la competencia que haya en el mercado, lo sensible que sean la demanda y la oferta del producto a cambios en los precios, lo sensibles que sean la oferta y demanda de un determinado tipo de trabajo ante cambios en los salarios, los efectos de la existencia de salarios mínimos, el desarrollo de la negociación colectiva, etc.

Como dichas características difieren ampliamente entre diferentes sectores, empresas, localizaciones geográficas, puestos concretos de trabajo, etcétera, no es posible decir que el coste de las cotizaciones recaiga siempre en las empresas en el caso de los asalariados y en los propios autónomos en su caso.

La comparativa entre la pensión de un asalariado y un autónomo debe tener en cuenta las posibilidades de elección

El impacto de las posibilidades de elección es muy diferente en uno y otro caso. El autónomo tiene la posibilidad de elegir su base de cotización entre un mínimo y un máximo, mientras el asalariado cotiza en función principalmente de su sueldo.

La mayoría de los autónomos cotiza por la base mínima. Eso supone que la mayoría de las pensiones y otros mecanismos de ahorro con vistas a la jubilación de los autónomos no descansa preferentemente en el sistema público de pensiones, sino en sistemas privados, como los planes de pensiones. Mientras, la pensión de la mayoría de los asalariados descansa principalmente sobre la pensión de la Seguridad Social.

Además, el autónomo tiene una actividad que requiere de inversiones. Habitualmente, una parte del sustento de la jubilación del autónomo depende de la liquidación de esas inversiones en su actividad.

Sin embargo, las posibilidades de elección pueden verse limitadas si existen dificultades para esa liquidación de las inversiones. Un ejemplo claro son las dificultades de la sucesión en la empresa familiar. Pocas veces el sucesor tiene un patrimonio suficiente como para pagar a su familiar antecesor el dinero que sustente su jubilación. Es habitual que el deseo de que la sucesión se produzca en el seno de la familia venga acompañado de una renuncia a contar con el valor del negocio para afrontar la jubilación del autónomo.

En el caso de los asalariados, el elevado peso de las aportaciones a sistemas públicos tiene dos caras. La cara mala son las menores posibilidades de elección. Si bien la pensión del asalariado puede complementarse con diversas formas de ahorro individual y de aportaciones de la empresa a sistemas de previsión privados, en los salarios más bajos el peso de las cotizaciones es muy elevado.

La cara buena de tener menos posibilidades de elección es la de que es más difícil cometer errores graves que condicionen las condiciones materiales de vida tras la jubilación. No es posible no ahorrar para la jubilación, ya que las cotizaciones a la Seguridad Social no dan margen para la elección. Tampoco se liga la jubilación a posibles errores en la gestión de una actividad económica, como es el caso de muchos autónomos.

Los riesgos de la pensión de un autónomo y de un asalariado

La comparativa entre la pensión de un asalariado y un autónomo tiene que tener en cuenta los riesgos a los que se enfrentan ambas, dado que no se sabe con certeza la pensión que corresponderá con unas determinadas aportaciones a sistemas públicos y privados de pensiones y otros mecanismos de ahorro para la jubilación.

En el caso de los asalariados, el principal riesgo que tienen es que las expectativas sobre su pensión futura se vean reducidas en el futuro por decisiones políticas, o bien que se endurezcan las condiciones de acceso a una pensión.

Dichos riesgos están ligados al comportamiento de diversos factores vinculados a la solvencia de la Seguridad Social y del Estado en su conjunto. Entre estos factores destacan la evolución de la productividad, los factores demográficos, la situación de los mercados de trabajo o la estructura del presupuesto público.

La pensión de los autónomos depende también en parte de todos estos factores, en tanto son cotizantes a la Seguridad Social. Pero, fundamentalmente, los riesgos que afectan a la pensión de los autónomos son los riesgos propios de su actividad tales como los financieros, organizativos, riesgos de caída de la demanda, etc.

El trabajador autónomo debe realizar una doble gestión del riesgo, como empresario que es y como ahorrador con vistas a su jubilación.