Personas y Liderazgo

¿Cuántos tipos de autónomos hay?

Sage

Dentro de la configuración empresarial de nuestra economía, los autónomos son el colectivo que más importancia tiene por su número, más de tres millones de afiliados, como por su capacidad generadora de empleo y aporte continuo al crecimiento económico de nuestro país.

Pero un colectivo tan heterogéneo como los autónomos, crea diferencias importantes entre sus miembros, dado que como me gusta ejemplificar, no es lo mismo el autónomo que ostenta el cargo de consejero-delegado de una gran empresa que el autónomo que acaba de arrancar con su proyecto de autoempleo. Por estos motivos, vamos a dilucidar los distintos tipos de autónomos que nos podemos encontrar en nuestra economía.

¿Qué criterio seguir para clasificar a los autónomos?

A efectos de afiliación a la Seguridad Social, todos los autónomos son iguales. La cotización al RETA es obligatoria y sólo se establece una clasificación por el tipo de actividad que desempeña el autónomo. Como vemos, la mejor forma de clasificar este grupo es por la estructura fiscal y salarial que tiene cada autónomo bajo su mando.

El autónomo como administrador de sociedad mercantil
Todas las sociedades mercantiles requieren un administrador al frente de ellas o un consejo de dirección. El administrador societario puede ser persona física o jurídica, pero siempre que esta persona sea física, debe cotizar de manera obligatoria en autónomos.

Este autónomo no tiene trabajadores a su cargo y su retribución por las labores de dirección puede ser gratuita u onerosa. La sociedad que administra es la que dispone de los bienes materiales y humanos para llevar a cabo su actividad y a efectos prácticos, el autónomo administrador es más un formalismo legal que una figura que corra con el riesgo y ventura de la empresa, siempre y cuando se actúe en línea con la legislación mercantil y civil.

El autónomo empresario o profesional
El autónomo empresario es el autónomo verdadero, que tiene una figura de empresario para ordenar por sus propios medios actividades empresariales o profesionales. Este autónomo cuenta con una estructura empresarial más o menos pequeña, probablemente con trabajadores a su cargo y siempre debe tener abierto como mínimo un establecimiento público.

Este núcleo de autónomos son aquellos que antes o después terminan migrando sus medios humanos y materiales a estructuras mercantiles como entes con tributaciones más favorables y con mejores coberturas mercantiles, dado que la responsabilidad ilimitada del autónomo se limita a responsabilidad de la estructura empresarial constituida.

El falso autónomo, o el trabajador autónomo dependiente
Por último, el falso autónomo o trabajador autónomo dependiente es el autónomo que presta sus servicios casi en exclusiva para una sola empresa o tiene un cliente que le aporta al menos el 75% de sus ingresos.

Este falso autónomo puede contar con sus propios medios para desempeñar su labor, como puede ser un transportista cuyo vehículo sea propio o un periodista o profesional independiente cuyos medios principales de trabajo sean irrelevantes; por ejemplo un equipo informático o un teléfono móvil.

Este falso autónomo es también la figura que se ha utilizado para camuflar multitud de contratos laborales mediante contratos mercantiles de legalidad más que dudosa dentro de empresas de tamaño medio y grande y por supuesto, este colectivo de falsos autónomos es el más numeroso. Puede darse el caso incluso que nos encontremos con autónomos en esta situación que tributen por los ingresos obtenidos como rendimientos del trabajo, por lo que nos encontraríamos ante la figura del autónomo laboral.

Autónomo empresario o autónomo trabajador

La disyuntiva fiscal que se le presenta a muchos autónomos que declaran sus ingresos como rendimientos del trabajo, por ejemplo profesionales del periodismo, arquitectura u otros; es qué situación fiscal les favorece más a efectos fiscales. En el caso de tributar como profesional por rendimientos del trabajo, los únicos gastos deducibles son la seguridad social y la reducción por rendimientos del trabajo, entre 2.262 euros y 4.800 euros (en función de los ingresos).

Dado que todos los autónomos pueden tener más gastos deducibles, todos aquellos cuya previsión de gastos deducibles, como transportes, comunicaciones, materiales… superen la reducción por rendimientos del trabajo, es decir, 2.262 euros si ingresamos más de 13.000 euros anuales, les interesará tramitar el alta correspondiente en la actividad empresarial.