La esperanza de vida de las empresas
Cuando se crea una nueva empresa, la lógica ilusión de sus promotores les lleva a diseñar planes de futuro que contemplan una interesante expansión del negocio durante un tiempo indefinido. Nadie se plantea, faltaría más, pensar en crisis económicas, dificultades para obtener financiación o en ventas por debajo de lo previsto. Ni mucho menos en echar el cierre, dado el caso, ya que estamos hablando del nacimiento de la empresa.
Pero, ¿cuál es la vida media de una empresa? Antes de buscar el dato que ofrece la fría estadística, hay que saber que tanto las fusiones como las adquisiciones son causas de defunción de las compañías, lo que no quiere decir que su desaparición sea fruto del fracaso, sino quizá de lo contrario.
Existen las llamadas empresas «de fin de semana«, que no son otra cosa que la conjunción de emprendedores e inversionistas del sector tecnológico, en los denominados iweekend, quienes deciden poner en marcha una idea que a todos les resulta interesante. La experiencia dice que no suelen durar más allá de dos años, bien porque la idea al final no va a ninguna parte, bien porque en su desarrollo necesitan una infraestructura mayor y se diluyen en otra más grande.
No todas se montan deprisa y corriendo, para la gran mayoría se exige un exhaustivo proceso de preparación antes de ver la luz. Una vez en marcha, por lo general hay una fase crítica que suele llegar a los tres años, donde la inexperiencia contable de los fundadores unida a unos flujos de caja descontrolados, pueden dar al traste con el proyecto empresarial.
Empresas gacela y centenarias
Oriol Amat, catedrático de economía financiera de la Universidad Pompeu Fabra, hace una original distinción entre empresas gacela y empresas centenarias para identificar las claves del éxito en ambos casos. Las primeras son empresas de reciente creación que apuestan por la excelencia en calidad, en I+D y la internacionalización, están orientadas al cliente y cuidan a su equipo de colaboradores fomentando la promoción interna y la formación. Durante los primeros años el crecimiento es alto si la ventaja competitiva de sus productos y servicios lo permite, disminuyendo esa progresión en la facturación transcurrido ese período.
Las centenarias, aquellas que han conseguido ser exitosas a lo largo de los años, son las que han mantenido una actitud proactiva y flexible ante los cambios, tienen una visión del negocio a largo plazo y han previsto los procesos de sucesión anticipadamente durante generaciones. Esta prosperidad continuada exige innovar permanentemente sin perder de vista al cliente, tener productos diferenciados con una marca potente, apostar por la calidad y mantener los costes controlados.
Para este catedrático la clave para la supervivencia de las empresas está en mantener una política financiera conservadora, que implica cuidar las inversiones para que no se disparen, y vigilar el endeudamiento. Apuesta por el crecimiento equilibrado frente a lo que llama «muerte de éxito«, donde un progresivo aumento de las ventas no significa tener muchos más beneficios, ya que suele ir acompañado de un crecimiento descontrolado de los activos y un aumento aún más elevado de las deudas.
En su opinión, el modelo de negocio de una empresa consta de dos partes, el modelo económico y el modelo financiero. El primero hace referencia a los clientes a los que se pretender vender, a qué precio y en qué plazos se les va a cobrar. Este modelo no permanece estático en el tiempo, ya que depende de los gustos, de las necesidades y de la mayor o menor fidelidad de la clientela, incluso de los vaivenes del mercado. Conceptos como el «low cost» o las marcas blancas afectan al modelo económico, y tienen una incidencia determinante sobre las empresas que no sepan reaccionar a tiempo.
El financiero es el que proporciona liquidez al económico, de tal manera que una buena idea empresarial sin un control contable adecuado, puede colapsar el futuro de la compañía. Para el catedrático, la capitalización es un factor clave de supervivencia en todo modelo de negocio.
El período de vida útil de las empresas
Las empresas tienen un período de vida útil a partir del cual o se reinventan, o languidecen. Ser gacela y llegar a centenaria es complicado, y exige una gestión en la que intervienen factores complejos como los que se han descrito.
Para Amat, la esperanza de vida de las empresas españolas es de 10,3 años, que no es poco si se tiene en cuenta la gran rotación que existe en sectores como la hostelería y el comercio tradicional, por ejemplo. El dato sube hasta los 12,5 años para las empresas europeas.
Como conclusión cabe decir que el mundo que rodea a la empresa es cambiante, no se nota en el día a día pero existe si se analizan períodos de tiempo más largos. Para sobrevivir a la media vital es obvio que debe estar atenta a los retos que constantemente se presentan. Y solventarlos, claro está.