Explicamos cómo afectan los cambios en la presión fiscal a diferentes aspectos de la vida empresarial.
- En una misma empresa, las repercusiones de un cambio en la presión fiscal pueden ser de diferente signo, tanto beneficiosas como perjudiciales
- Para todas las empresas es importante estar preparadas para responder ante posibles cambios en la presión fiscal
Según un reciente
informe publicado por la CEOE bajo el nombre «Tributación Empresarial», incrementar la recaudación aumentando los impuestos sobre las empresas es un error. Un documento en el que se hace un análisis exhaustivo de la recaudación tributaria y de la aportación que realizan las empresas.
Y es que la
presión fiscal tiene una importante influencia sobre la vida empresarial. Sus repercusiones son variadas y complejas. En estos momentos, se plantean diversos argumentos sobre la idoneidad de una posible subida, mantenimiento o, en su caso, reducción.
Es, por ello, conveniente tener presentes los
condicionantes y repercusiones que los cambios en la presión fiscal tienen tanto sobre la vida empresarial, como sobre la economía en general y la situación de los diversos agentes económicos en particular.
Según el informe «Tributación Empresarial» publicado por la CEOE, subir la presión fiscal a las empresas lastraría la competitividad y reduciría la inversión nacional y extranjera.
¿Cómo recae la presión fiscal en las empresas?
El
Impuesto sobre Sociedades centra una parte importante del debate. Es lógico, puesto que su
base imponible está vinculada al beneficio contable. En ese sentido, a primera vista, pudiera parecer que los países con un tipo general más reducido en este tributo son los que tienen una fiscalidad más favorable para las empresas.
Sin embargo, la realidad es algo más compleja. En primer lugar, el
tipo efectivo de gravamen puede diferir ampliamente de unas empresas a otras. Por ejemplo, pueden aplicarse regímenes especiales,
deducciones y bonificaciones, etc. Además, es importante tener en cuenta que los ajustes que se practican al resultado contable para obtener la base imponible pueden ser más ventajosos para unas empresas que para otras.
En segundo lugar, las empresas
tienen que hacerse cargo directamente de otros muchos tributos como, por ejemplo, impuestos indirectos o
cotizaciones sociales. No obstante, es cierto que una parte de esa carga consiguen trasladarla a otros agentes económicos.
Sin embargo, en tercer lugar, la
traslación de los impuestos también tiene sus cargas para las empresas. Por ejemplo, un incremento de los tributos que gravan los sueldos puede acabar en un incremento de los costes salariales.
La presión fiscal y la competitividad internacional
Las empresas están preocupadas por los efectos que pudiera tener un incremento de la presión fiscal en la
competitividad. En los sectores más expuestos a la competencia internacional, un incremento de la presión fiscal suele llevar a pérdidas o disminuciones de la rentabilidad de la actividad por debajo de lo normal.
A la larga, hay que tomar decisiones. Si existe competencia internacional fuerte, el margen para subir los precios suele ser minúsculo. Lo habitual será buscar un
reducción de costes disminuyendo la producción en el país que ha subido los impuestos. La empresa, no obstante, puede retener en él aquellas partes más productivas del negocio. Y, paralelamente, también es frecuente que se estudie si conviene o no
desviar inversiones a otros países.
La presión fiscal y la eficiencia de la economía
Podemos decir que
los impuestos no son gratis para el conjunto de la economía, sino que generan ciertas
ineficiencias. Por ejemplo, un impuesto sobre un producto puede hacer que determinadas unidades que los consumidores valoraban por encima del coste que tiene para los productores no lleguen a producirse.
A medida que crece la presión fiscal, resulta más complejo encontrar posibles
hechos imponibles que, cumplan satisfactoriamente con los
requisitos de eficiencia, equidad, recaudación, etc.
Sin embargo, en algunos casos la fiscalidad se propone como
una de las posibles soluciones a determinadas ineficiencias. Por ejemplo, ese puede ser el caso cuando las actividades empresariales y particulares hacen recaer en terceros parte de sus costes como en el caso del ruido, la contaminación, la congestión del tráfico, etc.
En general, además de los efectos sobre los particulares,
este tipo de iniciativas puede beneficiar a algunas empresas en detrimento de otras. Por ejemplo, si se paga un impuesto por hacer ruido, la tranquilidad de la zona puede favorecer los negocios inmobiliarios, pero perjudicar a industrias y establecimientos ruidosos.
La presión fiscal, el ahorro y la oferta de trabajo
Para las empresas, es muy importante contar con abundante
disponibilidad de recursos humanos y financiación. Por eso les interesa saber si, con mayores impuestos, habrá más o menos ahorro y personas dispuestas a trabajar.
Por desgracia,
la respuesta es ambigua. Por un lado, la subida de impuestos produce un empobrecimiento que llama a consumir menos (y ahorrar más) y a dedicar menos tiempo al ocio (y más al trabajo). Por el otro, un incremento de la presión fiscal se puede trasladar a pérdida del incentivo que tienen los individuos para trabajar y ahorrar debido a la menor retribución.
Por lo tanto, no es de extrañar que un incremento de la presión fiscal llame a algunos individuos al ahorro o al trabajo y a otros a lo contrario. Para las empresas es importante comprender
qué perfiles se verán más afectados y en qué sentido.
El peso de la presión fiscal en el gasto público
Generalmente, los incrementos de presión fiscal se producen para buscar un
mantenimiento o incremento del gasto público. Eso produce
efectos en la demanda de la mayoría de las empresas.
Por un lado, encontramos a las empresas que participan en la
contratación pública. Con más impuestos, es posible que tengan más demanda. En el extremo contrario, encontramos todas las actividades en las que existen
servicios privados que intentan ser una alternativa a los públicos. Estas empresas pueden ver disminuida su demanda por un aumento de la cobertura de las prestaciones públicas.
Además, hay un gran número de empresas cuyos productos se relacionan indirectamente con la actividad pública. Ejemplos de ello son los
subcontratistas y
proveedores tanto de la contratos administrativos como de actividades que pretenden ser alternativas a las del sector público.
Finalmente, las modificaciones en el gasto público producen una
alteración en los perfiles de consumo de las familias. Ese hecho provoca una repercusión en todo tipo de empresas que producen bienes y servicios para particulares.
La importancia de los compromisos de estabilidad presupuestaria
Los
compromisos de estabilidad presupuestaria se enmarcan en un conjunto de políticas macroeconómicas en la zona del euro del que dependen diversos aspectos. Uno de los más importantes para las empresas es el
coste de la financiación. Esta última se ve afectada por la evolución del tipo de interés libre de riesgo, pero también por la percepción del riesgo.
En ese sentido, un incremento de la presión fiscal puede generar influencias en dos sentidos en la
percepción del riesgo. Por un lado, es una oportunidad para reducir los desequilibrios presupuestarios. Eso se puede traducir en una mejora en la confianza en las finanzas públicas que beneficie a todas las empresas del país.
Sin embargo, por otro lado, es posible que un incremento de la presión fiscal sirva para generar
gastos en nuevas partidas. Normalmente, una gran parte de ellos se repetirán ejercicio tras ejercicio y, en caso de crisis, es probable que no sean sencillos de ajustar. Por ese motivo, se pueden generar tensiones en torno a la credibilidad de la sostenibilidad de la deuda pública ante un incremento de los impuestos.
La presión fiscal genera un
amplio conjunto de repercusiones en las empresas. Normalmente, nos podemos encontrar con el hecho de que, en una misma empresa existan efectos de distinto signo (tanto beneficiosos como perjudiciales), ante los que debe estar preparada.